Leer poesía es como tirarse a bucear sin oxígeno. Se debe hacer en silencio, en la intimidad. Es como entrar en un sueño ajeno, no se debe alterar nada porque el resultado sería otro sueño. Cuando el autor nos es conocido el buceo se nos hace un paseo por la alameda con todas las facturas pagadas. ¿Hoy quién no entiende expresiones como estas? «volverán las oscuras… «anda jaleo jaleo», «Margarita está linda la mar», «yo tengo más que el leopardo», y así puedo estar hasta las calendas griegas. Estos dinosaurios de nuestro lenguaje forman hoy la historia. la música de nuestra lengua, pertenecen a nuestro adn literario. Como ya las hemos incorporado a nuestro lenguaje cotidiano, su ritmo, sus giros no nos molestan, nos gusta su originalidad, su lógica estructura es la estructura de nuestro sentir.
Pero cuando nos enfrentamos a un poeta nuevo, el juego es distinto. acostumbrados a nadar en un mar ahora buceamos en un río. Nadar en agua dulce es distinto a nadar en el mar. Y dependiendo como sea el reflejo del agua en el poema la impresión será ‘’más impresionista o más surrealista.’’ ¿a dónde quiero ir? Leer un poeta nuevo exige de nosotros acostumbrarnos a su forma de hablar, lo que se llama idiolecto. Si no estamos dispuestos, abiertos a su forma nueva de prepararnos el café, a bailar en su feria y a comprar su moto… entonces mejor ni intentarlo. Cuando leemos un primer poema de un nuevo autor… su sensibilidad nos parecerá rara, nos parecerá que viola las leyes más elementales del idioma.
Mi experiencia en este sentido me recomienda hacer como si estuviéramos en una cata. Probar el vino (léase: poema) y ver qué sensación nos produce. Y hacer otra cosa. Al cabo del rato volver a leer el poema, veremos que no el mismo poema que seguramente no entendimos al principio. Que ahora vemos detalles que antes pasábamos por alto. Y así iremos desgranando el sentido del nuevo poeta. más qué giro suyo nos empieza a tocar las fibras. Y así continuar Leer otro y otro, nos lleva a la práctica, pues no permite que nos anquilosemos. Y darle la oportunidad de explicarse. Dejar que nos gane, comprender que nos va gustando. Esa es la oportunidad que le regalo a un nuevo poeta.